lunes, 26 de mayo de 2008

ACTO DE CONSAGRACIÓN ...


Santa Margarita María Alacoque
Me entrego y consagro al Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesús Cristo, mi persona y vida, acciones, penas y sufrimientos para que utilice mi cuerpo solo para honrar, amar y glorificar al Sagrado Corazón. Este es mi propósito definitivo, único, ser todo de Él, y hacer todo por amor a Él, y al mismo tiempo renunciar con todo mi corazón cualquier cosa que no le complace, además tomarte, Oh Sagrado Corazón, para que seas el único objeto de mi amor, el guardián de mi vida, mi seguro de salvación, el remedio para mis debilidades e inconstancia, la solución a los errores de mi vida y mi refugio seguro a la hora de la muerte.
Sé pues, Oh Corazón de Bondad, mi intercesor ante Dios Padre, y líbrame de su sabia ira। Oh Corazón de Amor, pongo toda mi confianza en Ti, temo mis debilidades y fallas, pero tengo esperanza en Tu Divinidad y Bondad। Quita de mí todo lo que esta mal y todo lo que provoque que no haga Tu Santa Voluntad, permite a Tu Amor puro a que se imprima en lo más profundo de mi corazón, para que yo no me olvide ni separe de Ti। Que yo obtenga de Tu amada Bondad la gracia de tener mi nombre escrito en Tu Corazón, para depositar en Ti toda mi felicidad y gloria, vivir y morir en bondad tuya। Amen.

1 comentario:

Escribenos a: dijo...

Mane nobiscum, Domine!”

Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús, ¡Quédate con nosotros!

Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de la noche.

Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien.

Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice a toda la humanidad.

En la Eucaristía te has hecho “remedio de inmortalidad”: danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre hacia la meta de la vida sin fin.

Quédate con nosotros, Señor! Quédate con nosotros! Amén.

(Juan Pablo II)